Comentario
Algunos cientos de miles de españoles, entre los que predominaban los varones de las clases medias, se organizaban en distintas sociedades. La más común en los años centrales del reinado de Isabel II eran los casinos y lo que la estadística denomina eufemísticamente sociedades artístico-recreativas. En ellos, los hombres (las mujeres organizaban sus veladas en las casas y a las puertas de los templos), hablaban, jugaban a los naipes, leían la prensa o simplemente sesteaban durante horas.
Este tipo de sociedades estaban muy diseminadas por todas las ciudades. Las más pequeñas como, por ejemplo, Toledo, Palencia o Ávila contaban con un casino. En Barcelona, Palma o Zaragoza había más de siete sociedades de este tipo. Incluso en ciudades no muy grandes, como Bilbao, Vitoria y Oviedo había cinco o seis sociedades, porque los grupos sociales de clases medias y altas estaban muy diferenciados. Sin embargo, en ciudades mayores como Madrid, con cuatro casinos, Sevilla, con cinco, Valencia, con dos, el número de sociedades no era muy grande.
Los casinos se extendían igualmente por la mayor parte de los pueblos más o menos grandes y centros comarcales de toda España. Por ejemplo, había treinta casinos en los pueblos de la provincia de Jaén, 49 en Gerona, 35 en Navarra, 22 en Sevilla, 2 en Toledo, 6 en Palencia y 3 en Ávila... hasta un total de 455.
Hubo otro tipo de sociedades, más específicas, donde grupos de aficionados a las manifestaciones artísticas se organizaban para cantar, representar obras de teatro o bailar.
La gran mayoría de las sociedades de música establecidas en capitales de provincia se concentraban en Barcelona, 59 de un total de 76. También destacaba Barcelona en las sociedades de teatro: 32 estaban en la Ciudad Condal, otras 10 en Madrid y seis en Valencia.
El reinado de Isabel II es también el periodo de difusión de los conservatorios de música. El de Madrid se había creado en 1830 y fueron muchos los creados en capitales de provincias.
Más común que todas estas agrupaciones era la reunión más o menos informal en los cafés, fondas y bares: la españolísima tertulia, sin socios ni cuotas, de grupos de amigos o afines por razones de trabajo o ideología. En el primer tercio del siglo XIX, antes de que se institucionalicen los ateneos, surgieron las tertulias de los cafés, con un carácter cultural y político, que cumplieron una función decisiva en la difusión de la ideología liberal, a imitación de lo que había ocurrido en la Francia revolucionaria. Bahamonde y Martínez describen las tertulias como espacio de producción cultural, más allá de lo político, sobre todo en el plano literario. En los inicios del liberalismo, lo político y lo literario rara vez aparecen disociados, como protagonistas de una bohemia cultural. Los años 30 están representados por El Parnasillo, café emblemático que reúne en un ambiente romántico a intelectuales. Allí acudieron los escritores Larra, Espronceda, Ventura de la Vega, Patricio de la Escosura, Bretón de los Herreros, Gil y Zárate..., los pintores Madrazo, Esquivel, Jimeno..., los arquitectos Mariátegui, Colomer, Aníbal Alvarez..., el editor de obras teatrales Manuel Delgado, el director del Teatro Príncipe Grimaldi... Pasada la eclosión romántica, el café y la tertulia continuaron siendo espacios de intelectualidad en los que confluían producción cultural y debate político.